TEATRO DE CUARENTENA
HERMANAS EN ESTADO DE ALARMA
HERMANAS EN ESTADO DE ALARMA
Ana Cendrero Álvarez
Personajes:
Carolina
Esther
Mujeres
madrileñas de mediana edad.
Esther: No sabes de lo que estás hablando,
Carolina, siempre estás igual. Y mira, yo ya estoy harta de memeces. Te tenía
por una persona más inteligente, pero ya veo que inteligencia, la justita.
Carolina: Ah, claro, ahora eres tú la encargada
de dar el carnet de inteligente. ¿Qué pasa? ¿que no se puede cuestionar una la
versión oficial?
Esther: ¿Pero qué versión oficial? Si aquí ni
versión oficial tenemos. Aquí estamos todos en estado de shock intentando
hacerle frente a este bicho que nos está matando a miles. Aquí lo único que veo
es a gente peleando por intentar que no se propague de golpe el virus dichoso,
poniendo cortafuegos a costa de lo que sea para que nos contagiemos lo más
tarde posible y que dé tiempo a que vaya estudiándose cómo combatirlo lo mejor
posible para que el mayor número de enfermos posible pueda recuperarse. Todos
apuntan a que es una zoonosis, como tantas ha habido en los últimos tiempos. Ya
está bien, Carolina. Y mira, por ahí no paso. No me da la gana.
Carolina: Pues qué vamos a hacer entonces,
querida, porque aquí tendremos aguantarnos las dos hasta que esto pase. No nos
queda otra. Y no vas a ser tú quién decida de qué podemos hablar y de qué no.
Esther: Mira, yo para empezar me voy a acercar a
la farmacia, que no nos queda ya paracetamol y se me ha puesto un dolor de
cabeza mortal con esta discusión.
Carolina: A cualquier cosa le llamas discusión,
tampoco ha sido para tanto, sólo te he dicho que hay quien dice que el corona
lo han creado en un laboratorio chino, que hay un montón de gente investigando
sobre coronavirus por allí, en diferentes laboratorios cercanos al mercado de
mariscos de Wuhan, uno de ellos a 227 metros para ser exactos, y que eso no es
incompatible con la zoonosis.
Esther: Y dale, Carolinita, y dale.
Carolina: Pero si hasta Luc Montagner, premio
Nobel, lo ha afirmado. Que él piensa que este es un virus que ha escapado de un
laboratorio. Pues si él lo dice, por qué no lo voy a poder afirmar yo.
Esther: Carolina, basta ya. Que una persona haya
sido premio Nobel por una investigación en concreto no quiere decir que lo que
dice en otros ámbitos vaya a misa. Pero vamos a ver, ¿este no es el antivacunas?.
Mira, guapa, lo dicho. Me voy a la farmacia.
Esther: Caroliiina, ¿quedan mascarillas?
Carolina: En el armario de la entrada. Pero son
de las reutilizables, porque de las otras no quedan. Total no te preocupes,
solo protegen a los demás en caso de que tú estés contagiada, pero no te
protegen a ti si hubiera virus en el ambiente.
Esther: Y dale, que te he preguntado que si hay
mascarillas, no que me hagas una tesis sobre las mascarillas. De verdad, vamos
a tener que buscarte una forma de desfogue porque si no me vas a quemar del
todo.
Carolina: Mira, ya que vas a la farmacia, ¿te
podrías pasar por la tienda y subir fruta, huevos, leche y una botella de
ginebra?. Es que no tenemos de nada ya.
Esther: Bueno, como quieras, pensaba que disfrutabas de tus paseos a la
tienda.
Carolina: Pero así subes tú una parte de lo que
necesitamos y ya me acerco yo mañana cuando venga del trabajo y traigo todo los
demás.
Esther: Vale, me acerco a la tienda.
Ruido
de la puerta de la calle dando un portazo.
Carolina hablando sola: Es que es lo que me
faltaba. No poder hablar de lo que me dé la gana en mi propia casa. A ver si
nos dejan salir de una vez porque de verdad que esto se me está haciendo cada
día más cuesta arriba. Qué mala suerte que me haya tocado pasar esta mierda de
aislamiento en casa de mi hermana. Con lo bien que estaría yo en cualquier otro
sitio. Vamos, ni en mis peores pesadillas hubiera yo imaginado un encierro así.
¡Mes y medio ya!. Voy a enloquecer.
Suena el teléfono. Carolina: ¿Sí? ¡Hola, Paco! Pues
como voy a estar, ¡harta!. Nada, tu hermana, que es una plasta. No para de
poner la puntilla a todo lo que digo, no hay conversación que no termine con un
sermón en el que me quiere hacer saber lo ignorante que soy por plantearme las
cosas que me planteo. En fin, lo de siempre, no iba a cambiar ahora. ¿Cómo vas
tú?. ¿Se te ha pasado el dolor de garganta? ¿Y la fiebre?, me alegro, eso hay
que celebrarlo. ¿Pero sigues de baja?, ya, ya, qué me vas a contar. Yo aquí con
el teletrabajo y algún viaje a la oficina. Pero la verdad es que como tengo
este desasosiego encima pues estoy de lo menos productiva que te puedas
imaginar. No cumplo con los objetivos ni de coña. Oye, dale un beso a Isa. Y
cuando vuelva Esther de la compra le digo que has llamado y que estás mucho
mejor. Vale, un besazo. Adiós.
Carolina hablando sola: Bueno, pues voy a
celebrar que nuestro Paco está mejor, voy a ponerme un gin tonic bien
elaborado, y unas aceitunitas, que para una buena noticia que hay…
Se oye un timbre: Carolina responde: ¿Sí?, si ya te abro.
Se oye
la puerta y un ruido de bolsas.
Carolina: Qué poco has tardado. ¿Qué has traído?
Esther: Espera que tenemos que desinfectar, no
seas impaciente. Me descalzo, me quito la mascarilla y la ropa y voy a la
ducha. Dejo las bolsas aquí junto a la puerta. Si quieres ir desinfectando,
dale.
Carolina: ¿Había ginebra?
Esther: Sí, he traído ginebra y unas tónicas. Y
limones, y plátanos. Había de casi todo hoy. Ahora vengo.
Carolina: Bueno, por lo menos la ginebra y las
tónicas las desinfecto, que me voy a poner ahora mismo un copazo. Ha llamado
Paco, que está mucho mejor.
Se oye
una voz desde lejos. Esther: Ahora me cuentas.
Carolina gritando: Mejor le llamas tú ahora cuando acabes, que le gustará
contártelo él mismo.
Carolina hablando para sí misma: Joé, pues no sé
con qué lo voy a desinfectar, si no queda gel. Bueno cogeré la ginebra, las tónicas y un limón con
los guantes de lavar, y luego los dejo en la palangana con agua y jabón. Pero
el copazo me lo meto ya mismo.
Ruido
de copas, agua del grifo. Pasos acercándose.
Esther: ¿pero ya le estás dando?.
Carolina: Ummmm, está buenísimo. Lo necesitaba,
de verdad. Te he preparado uno, toma. ¿Qué tal la tienda?.
Esther: Bien, han puesto a una mujer en la
entrada que desinfecta las manos y te pone unos guantes de plástico, y a las
cajeras les han puesto unas mamparas para protegerlas. La sensación rara, como
de viaje espacial. Aunque sigue habiendo gente que entra sin máscara, y se
acercan como si no pasara nada. De verdad, es incomprensible. Oye, te ha salido
buenísimo el gin-tonic. Al final vamos a acabar alcoholizadas.
Carolina: Jajaja, no te extrañe, yo a estas
alturas es la única salida digna que le veo a todo esto.
Esther: Ay, Carolina, tiempos extraños estos que
nos ha tocado vivir. Me contaba Lola esta mañana que necesita desplazarse a
Alemania para cerrar la venta de la casa de sus padres y que no ha encontrado
un solo vuelo de Madrid a Munich. Que todos los vuelos a Alemania se
centralizan en Frankfurt y que además hay que ir vía París. Que le han
advertido de que en la frontera de Frankfurt son super duros, y está la pobre
desesperada porque me dice que eso de ir a buscar vuelos desde Madrid y ver que
el aeropuerto está bloqueado le ha hecho darse cuenta del lío en el que estamos.
Carolina: No le des tantas vueltas y bebe, bebe,
que te hará bien desconectar un rato de esta mierda. Yo ya estoy medio pedo.
Voy a poner música y bailamos. ¿Te apetece?
Esther: Venga, sí, y hacemos ejercicio.
Suena
la canción Suzette de Los Flechazos, y risas, brindis y baile.